“Después de las elecciones, saldaremos cuentas con los periodistas”

Turquía se encuentra en el puesto 149 del ranking de libertad de prensa, por detrás de Zimbabwe o Myanmar. Esta semana, el gobierno turco ha desatado una nueva ofensiva contra varias televisiones

El edificio que aloja a las cadenas de televisión BugünTV y KanalTürk, y a los diarios Bugün y Millet, en Estambul, se asemeja estos días una especie de fortaleza sitiada por las fuerzas de seguridad. El pasado miércoles 28 de octubre, la policía utilizó gas lacrimógeno y otros elementos de presión para poder abrirse paso hasta su interior y poner en práctica la orden dictada por un juez de paz el día anterior, que ordenaba la incautación de estos canales. Al grupo Koza Ipek, propietario de esos medios, se le acusaba de “apoyar a una organización terrorista”, tal y como el gobierno turco define ahora a la cofradía de Fethullah Gülen (un movimiento religioso que cuenta con millones de seguidores, muchos de ellos bien colocados en el mundo empresarial, administrativo, policial y jurídico, y a quienes el Presidente Recep Tayyip Erdogan considera sus peores enemigos, a quienes califica de ‘estado paralelo’).

La legislación turca prevé que, en caso de delito, el estado tiene la potestad hacerse con el control de una compañía y colocar a su frente a un consejo de administración “imparcial”. En este caso, sin embargo, la toma de la empresa se hizo en medio de grandes irregularidades, y a nadie se le escapa el verdadero propósito de la operación: castigar a los gülenistas, y cerrar, de paso, dos importantes cadenas de televisión muy críticas con el gobierno, a pocos días de las elecciones generales, previstas para mañana domingo.

¿Por qué ahora? “Querían que coincidiese con unas vacaciones nacionales, de forma que no podamos ejercer nuestro derecho de apelación hasta después de las elecciones”, afirma Tarik Toros, antiguo editor jefe de Bugün TV. “Estos medios reflejan los resultados electorales de forma sana y objetiva, algo que no van a poder hacer ahora. Y después de las elecciones, el gobierno podrá seguir con su propaganda”, asegura.

La toma del grupo Koza Ipek es tal vez el incidente más importante, pero ni mucho menos el único, en el marco del deterioro de la libertad de prensa en la Turquía de Erdogan. El mes pasado, una turba de exaltados atacó –dos veces– la sede del diario opositor “Hürriyet”, entre ellos un diputado del Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan que, según sus comentarios en las redes sociales, era también simpatizante del Frente Al Nusra, la rama siria de Al Qaeda. Días después, el columnista Ahmet Hakan, del mismo diario, recibió una paliza a manos de profesionales, uno de los cuales, al ser arrestado, afirmó que se le habían ofrecido 100.000 liras turcas (unos 30.000 euros) por hacerlo. Los tribunales apenan dan abasto para procesar todos los juicios abiertos contra ciudadanos y periodistas por “insultar al Presidente” u otro funcionario público. Los últimos, dos niños de 12 y 13 años que se enfrentan a posibles penas de prisión por desgarrar un poster de Erdogan en la calle.

“Todos estos ataques y violaciones tal vez no están relacionados uno con otro, pero son el fruto de la promoción de una visión hostil contra los medios críticos y todos los segmentos de la oposición”, explica Erol Önderoglu, representante de Reporteros Sin Fronteras en Turquía, que enumera los casos que se vienen produciendo desde el verano: ”Entre julio y septiembre de este año, 21 periodistas, tres medios de comunicación y una imprenta fueron atacados, y se produjo una ofensiva verbal. Veinte periodistas y siete medios fueron amenazados. Cuatro personas, una de ellas un periodista, fueron sentenciados a un total de 7 años, 9 meses y 25 días de prisión por insultar al Presidente Erdogan…”.

“Cada día es más oscuro que el anterior”

“Estamos viviendo una pesadilla, y cada día que pasa es más oscuro que el anterior”, afirma Yavuz Baydar, uno de los columnistas más importantes de Turquía, que esta semana vio cómo sus columnas en ‘Bugün’ eran censuradas por la nueva administración del periódico. “El gobierno está intentando equiparar el periodismo con un crimen, a través de estos medios bárbaros. El objetivo es intimidar, silenciar y finalmente aniquilar a los medios independientes”, asegura.

“Desde 2009, dos mil periodistas han sido despedidos, según datos de los sindicatos, y cincuenta mil páginas de Internet están bloqueadas. Hay un patrón de silenciar no solo a los periodistas, sino todo lo que pueda ser visto como disidencia”, asevera Baydar. “Mediante amenazas o incautaciones, el gobierno está tratando de hacerse con el control de todos los canales de televisión. La TRT [la radiotelevisión pública turca] ya ejerce como su vocero, y los canales privados, con algunas excepciones, son o directamente progubernamentales, o silencian las críticas cooptando a sus propietarios”, explica.

A mediados de octubre, las tres principales plataformas de televisión por satélite en el país, DigitürkTeledünya y Kablo TV, recibieron órdenes de interrumpir la señal de al menos media docena de canalesvinculados a grupos empresariales o partidos políticos de la oposición. El objetivo está claro: “Según la UNESCO, para el 85 por ciento de las personas en Turquía la televisión es el único medio de información. El control de la televisión significa poder darle forma a la opinión pública”, dice Baydar. “Por supuesto también hay amenazas serias a los medios escritos, pero su influencia es menor”, comenta.

La mayoría de estos medios, de hecho, son parte de grandes grupos empresariales que tienen intereses en otros sectores, por lo que al gobierno de Erdogan le resulta fácil presionarles para lograr el despido de periodistas críticos o la supresión de noticias comprometedoras. “Cuando tienes un banco, pierdes tu libertad. Eso es lo que sucedió aquí, y supuso la muerte del periodismo”, se lamentaba ya en 2010 el empresario de medios Dinç Bilgin, fundador del diario ‘Sabah’, antaño socialdemócrata y hoy uno de los principales medios progubernamentales tras cambiar de propietario.

Esto, de hecho, es lo que ha sucedido con ‘Bugün’ y ‘Millet’. “En la portada de hoy hay una foto de Erdogan saludando a la gente. Es como el ‘Pravda’”, ironiza Orhan Kemal Cengiz, uno de los principales abogados de derechos humanos de Turquía, que asegura que la toma de Koza Ipek “es de estilo mafioso”. “Es un proceso muy peligroso, porque se ha creado un precedente que se puede aplicar a cualquier grupo mediático”, indica.

Menos libertad de prensa que Zimbabwe

“Dado que los medios progubernamentales han fracasado en su cobertura propagandística durante las elecciones del 7 de junio [en las que el AKP perdió la mayoría y no pudo formar gobierno en solitario], parece que el Presidente Erdogan y el Primer Ministro Davutoglu ponen energías en debilitar a los medios de los círculos secular (como el Grupo Dogan), islámico (como el Grupo Ipek Koza) y kurdo (como DIHA y Özgür Gündem)”, explica Önderoglu a El Confidencial. “Por lo que hemos visto hasta ahora, la toma del Holding Koza Ipek parece ser parte de un alarmante proceso que probablemente afectará a otros grupos mediáticos, como Cumhuriyet y Sözcü”, comenta.

El caso de Cumhuriyet es paradigmático: la pasada primavera, este diario se atrevió a publicar un video, filmado por operativos de la Gendarmería, que mostraba un cargamento de armas interceptado por los agentes, en lo que resultó ser una operación de los servicios de inteligencia de Turquía para suministrar armamento a grupos rebeldes en Siria. Ahora, el director del periódico, el veterano periodista Can Dündar, se enfrenta a una posible pena de cadena perpetua por “difundir secretos de estado”.

“Erdogan sabe perfectamente que los periodistas críticos nunca dejarán de cuestionar el impacto en su antiguo gobierno de las acusaciones de corrupción, las prácticas irregulares y la desestabilización regional, como las alegaciones de transferencias de armas a Siria. Criminalizar y ofuscar a los medios críticos parece su mejor oportunidad a corto plazo para silenciarlos, tratando de consolidar al AKP antes de las cruciales elecciones del 1 de noviembre”, dice Önderoglu. Esta misma semana, un diputado del AKP, Aydin Ünal, lanzó una amenaza dirigida a los periodistas considerados contrarios al gobierno: “Ahora no estamos en una posición cómoda. Pero después de las elecciones del 1 de noviembre saldaremos cuentas con ellos”.

Por cosas como esta, Turquía aparece en el puesto 149 en el ranking mundial de libertad de prensa de RSF, por detrás de países como Zimbabwe o Myanmar. La situación, además, lleva visos de empeorar: “Si Erdogan logra los votos que espera, descenderemos a un régimen de tipo fascista”, afirma el abogado Cengiz. La primera víctima, sin duda, será la prensa libre.

Publicado originalmente en El Confidencial el 31/10/2015

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