El ’11-S del petróleo’: Trump amenaza con responder a los ataques contra Arabia Saudí

Imagen de satélite distribuida por el Gobierno de EEUU sobre el ataque contra las instalaciones de Aramco en Khurais

El precio del barril ha subido un 13% tras el ataque con drones contra la instalación petrolífera más grande del mundo. Trump se piensa su respuesta, aunque apunta de forma velada a Irán

Algunos expertos lo han llamado “el equivalente al 11-S en el universo del petróleo”. El ataque de una flota de drones contra varias instalaciones petrolíferas en Abqaiq y Khurais, en Arabia Saudí, ha provocado la suspensión de unos 5,7 millones de crudo al día, la mitad de la producción del reino y casi el 6% del suministro mundial. El precio del barril ha subido de forma inmediata un 13% y podría continuar ascendiendo, mientras el mundo entero contiene el aliento ante las posibles represalias de Trump contra Irán.

Abqaiq es probablemente la instalación petrolífera más importante del mundo, diseñada para procesar unos siete millones de barriles de crudo al día para su envío por mar al resto del mundo a través del Golfo Pérsico. Khurais, por su parte, genera 1,5 millones de barriles diarios. La interrupción del suministro carece de precedentes desde la invasión de Kuwait en 1990, y los expertos creen que los países asiáticos como China, Japón, India, Corea del Sur y Taiwán, cuyo consumo combinado es de 4 millones de barriles al día, serán los más afectados. La compañía saudí Aramco trabaja contrarreloj para restablecer un tercio de la producción, unos dos millones de barriles, en las próximas horas. Pero según el Wall Street Journal, los especialistas creen que una recuperación plena tardará semanas.

Hay, sin embargo, un elemento que diferencia esta crisis de otras: con EEUU convertido en el primer productor mundial de crudo y uno de sus principales exportadores de hidrocarburos gracias al ‘fracking’, por primera vez un presidente estadounidense está en condiciones de ayudar a estabilizar los mercados energéticos. Donald Trump ha autorizado el uso de su reserva estratégica –que cuenta con más de 600 millones de barriles– en caso necesario, y ha “notificado a todas las agencias apropiadas que aceleren la aprobación de los oleoductos en proceso de autorización en Texas y otros estados”.

¿Autor del ataque? Todo apunta a Irán

Esto debería ser suficiente para calmar las cosas por ahora, si la crisis estuviese cerrada. Pero no es el caso. Los ataques han sido reivindicados por las milicias hutíes de Yemen, que alegan que una flota de 10 drones consiguió sobrevolar media Arabia Saudí sin ser detectados para lanzar una cadena de artefactos explosivos contra las infraestructuras afectadas. Hasta ahí nada excepcional, salvo la escala. Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, los huthíes han lanzado alrededor de 250 ataques en territorio saudí en los últimos tres años. El problema es que Washington no se lo cree.

De acuerdo con el Secretario de Estado Mike Pompeoel responsable del ataque no es otro que Irán. Funcionarios estadounidenses han declarado al ‘Washington Post’ que 15 de las estructuras en Abqaiq fueron atacadas en su orientación oeste-noroeste, y no en su fachada sur, como sería el caso si el ataque hubiese venido desde Yemen. Este domingo, la Administración Trump mostró imágenes por satélite que indican que el ataque se habría llevado a cabo con misiles lanzados desde Irak o Irán. Los restos encontrados por los investigadores saudíes también apuntan al uso de misiles de rango intermedio.

Donald Trump asegura estar listo para responder militarmente una vez se determine quién está detrás del incidente. “Hay razones para creer que conocemos al culpable, estamos preparados [para una represalia militar] dependiendo de lo que indique la verificación, pero estamos esperando a ver qué dice el Reino [de Arabia Saudí] sobre quién creen ellos que causó este ataque, y en qué términos deberíamos proceder”, tuiteó el domingo por la noche.

Teherán ha negado cualquier implicación. El Ministerio de Exteriores aseguró este domingo que la alegación equivale a “las conspiraciones llevadas a cabo por servicios secretos y de inteligencia para dañar la imagen de un estado para preparar el terreno para una serie de medidas [hostiles] en el futuro”. El propio ministro, Javad Zarif, afirma que EEUU ha sustituido su campaña de “presión máxima” por una de “engaño máximo”. Pero a su pesar, lo cierto es que no existe ningún otro sospechoso de peso: nadie más posee las capacidades y, sobre todo, la motivación para hacerlo. Y a diferencia del sabotaje de varios petroleros en el Golfo la pasada primavera, esta vez la alegación de un posible ataque de falsa bandera carece de sentido.

Pero, ¿por qué Irán habría recurrido a una acción tan extrema? En primer lugar, porque la actitud de Teherán ha cambiado. Ha pasado de la paciencia frente a las provocaciones a una estrategia de confrontación debido al devastador efecto que las sanciones estadounidenses están teniendo en su economía. El régimen iraní contaba con poder mantener sus exportaciones de crudo en 800.000 barriles al día, el nivel que sostuvo incluso en el punto álgido de las restricciones impuestas por la Administración Obama antes de la firma del acuerdo nuclear en 2015. Sin embargo, debido al veto estadounidense, la cifra actual es de apenas 230.000 barriles al día, a todas luces insuficiente para mantener un aparato estatal que depende en gran medida de los hidrocarburos (alrededor del 30% de los ingresos iraníes para este año dependerán de las exportaciones del petróleo).

En esas circunstancias, Irán ha optado por el desafío, desligándose de los compromisos adquiridos en el pacto nuclear y volviendo a enriquecer uranio. Y también, aparentemente, incrementando la presión contra sus rivales en el escenario internacional. El ataque podría ser también un intento de sabotear las propuestas de acercamiento lanzadas por EEUU, ante el temor de que se repita el mismo escenario que con Corea del Norte: una foto de Trump con su líder que permita al presidente estadounidense presumir de una supuesta victoria diplomática, pero sin verdaderos cambios tangibles sobre el terreno.

Trump se ha pasado los últimos días afirmando que “Irán le está pidiendo negociar”, al tiempo que crecían los rumores sobre un posible encuentro con el presidente Hassan Rohaní en el marco de la Asamblea General de la ONU que tendrá lugar a finales de septiembre, que habría sido orquestado por el presidente francés Emmanuel Macron. El ataque sería una forma de dejar clara una posición de fuerza por parte de Irán, al tiempo que supone un enorme corte de mangas a las iniciativas diplomáticas de una Unión Europea que Teherán lleva meses criticando por su supuesta inacción frente a la campaña de hostilidad estadounidense.

Los halcones iraníes, ¿detrás del ataque?

En todo caso, Donald Trump ya ha dejado claro que una reunión con Rohaní ha quedado descartada. Esa, de hecho, podría haber sido incluso la verdadera intención de algunos elementos contrarios a la distensión dentro del régimen iraní, donde el poder se haya repartido en varios polos además del propio Gobierno, incluyendo al clero y a la Guardia Revolucionaria. “No creo que debamos obviar la posibilidad de que esto haya sido orquestado por la línea dura iraní, alarmada por la posibilidad de un encuentro Trump-Rohaní y decidida a sabotearla”, afirma Geral Feierstein, exdiplomático estadounidense y vicepresidente del Instituto de Oriente Medio en Washington, en una entrevista con el Washington Post.

Los responsables del ataque, en todo caso, parecen contar con la ya demostrada aversión de Trump por las aventuras militares en el extranjero, que, con el exasesor de Seguridad Nacional John Bolton fuera de la Casa Blanca, parecen aún más improbable. El propio Trump aprobó un ataque aéreo contra objetivos iraníes a finales de junio tras el derribo de un dron estadounidense, pero ordenó cancelarlo en el último minuto. Trump es consciente de que un nuevo conflicto en Oriente Medio, tras 18 años de interminables guerras, podría afectar a sus perspectivas de reelección.

Entre los aliados europeos de EEUU, hastiados de una crisis de la que culpan a Washington, tampoco parece haber ningún apetito por una escalada. Por ahora, tan solo el Reino Unido ha condenado el ataque. Pero otros factores pueden entrar en juego, como la ansiedad de Trump por parecer más duro que Bolton, llegando a asegurar que este le estaba “conteniendo”.

Una vez más, todo se reduce en gran medida a qué va a hacer ahora la Casa Blanca. Y habiendo impuesto sanciones contra casi todo lo sancionable, declarado a la Guardia Revolucionaria como una organización terrorista y aplicado toda la presión diplomática posible para intimidar a los clientes de Irán y hundir su economía, a Donald Trump no le quedan muchas opciones para responder, salvo lanzar un ataque limitado o, simplemente, no hacer nada.

Publicado originalmente en El Confidencial el 16/09/2019

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